Rufino Tamayo Museo 2, Oaxaca (Photo credit: woo.is.mee) |
Eso que germina es un temor. La historiografía es la ciencia que estudia el Miedo. La determinación de todas
las perspectivas a una perspectiva aparente. La Historia, una voluntad de
verdad. La historicidad, ésta tierra convertida en roca.
El orden de la representación que así entonces se atiene se
encuentra perpetuamente aterido, dispuesto siempre a su intersección
asistencial; que sólo a tal asistencia el lector existe, la lectura insiste e
interpretar es [BP1],
todo yace detrás. Explicar, comprender o interpretar son intermitencias que ya difieren de un todo
el mensaje, o mejor dicho, se presentan. Al orden interno de las ciencias, la
analítica, es la confrontación jerárquica de sus conceptos. Potencia de
asunción, de crítica, de razón y respuesta.
Ante la epistemológica de lo humano sí se asume al campo de los
posibles implicados - experiencia -, no queda algo, que ya todo ha sido dicho. La predicación es sólo el sitial de la lógica que resguarda al aparato de identidad.
Lo predicado, bueno, cualquier cosa ya de aquí se nombre por comunicar - a fin
de dar un ejemplo - señala que la comunicación es predisposición temporal a la
albura de un manto. El texto, su posibilidad de condición, es de sí pose de una
determinación única: la muerte.
[Federico García Lorca]
[El silencio y
la albura de su manto]
Elegía
del silencio
[primera
estrofa]
Julio
de 1920
Silencio,
¿dónde llevas
tu
cristal empañado
de
risas, de palabras
y
sollozos del árbol?
¿Cómo
limpias, silencio,
el
rocío del canto
y
las manchas sonoras
que
los mares lejanos
dejan
sobre la albura
serena de tu manto?
[BP1]Y
es la diferencia pensamiento y acción sólo temporalidad
dispuesta. Ella, el curso total del discurso, no sólo va e infiere por sobre el
fenómeno las magnitudes propias de su presencia – cosa que el propio Platón llegó
a definir por Idea –,.ya la temporalidad al gestar la necesidad del
distinguir la evolución política de la polis de entre la polis misma -
historia, saber y presencia – requiere ahora así inscribir en la trascendentalidad
las proporciones mismas de la espera. Ella misma es la medida que todo lo mide.
La trascendentalidad, plano absoluto de la conciencia,
es saber de sí que sólo se arrastra tal al tránsito de Leibniz por Kant, cuando
que ya Descartes les había flanqueado el paso al emporamiento del sí, lo mismo,
saber eso sabemos que decimos: la subjetividad.
Y es que la revolución de las esferas cósmicas comienza a la resuscripción de la palabra.
El signo, el símbolo, el canto, la escena, la metafísica, el ritual. Todo ello
hace a la Institución.
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