viernes, 6 de diciembre de 2013

Ante la necesidad de la pregunta, la necesidad de la precisión. Metacrítica a ¿Por qué es necesaria la investigación en teoría de la historia?



(Metodológicamente)

La noción, ante el concepto, ¿qué hace e implica en tanto marca, en tanto diferencia? 


Cualquier cosa haga, sabemos la hace desde la atención que retorna a la pregunta y después declara: “la noción teoría de la historia es sin duda producto del siglo XIX y de un horizonte particular: la epistemología o filosofía de la ciencia”: el Texto.

El texto por ser a realidad es historiograficidad que se elide, está ahí.


Se lee.

La noción es lo que se noce de la noción (la gnosis), la frase declara sin duda la referencialidad poética que hace posible su acaecimiento (desenvolvimiento de la gnosis, es decir, el logos, su discursividad): se declara que la gnosis es producto del siglo XIX y de un horizonte particular: la epistemología o filosofía de la ciencia. ¿Qué significa esta “o”?

Ante la gnosis “teoría de la historia”, la precisión se haya realizada desde el abismo que se abre de la relatividad indefinida. El límite de las cosas debe estar inscrito ahí, al clímene ulterior de las preguntas que interrogarían qué significa historia y qué significa teoría. A esta coartada la llamaremos trascendentalidad (o la vocación a la técnica).

[[1-. La noción. 2.- El nocer de la noción. 2.-La autocontemplación del estado de yecto (el decir que dice aquí y ahora- lo que así se escucha- lo que así se quiere atender en el ser sido (el llamado)]**Agnosticismo histórico. […] El no ser y la ficción. [Betancourt Vs. Ricoeur]]

Y es que cuando a la pregunta de la filosofía de la ciencia ocurre el preguntarse “¿cómo y a partir de qué bases son posibles los conocimientos científicos en tanto conocimientos verdaderos?”, otro tanto concurre en la teoría de la historia desde cuando ésta “buscó fundamentar el conocimiento histórico a partir de dos grandes tipos de problemas”. Ambas encuentran su llama en el fuego trascendental, ambas eliden lo mismo a sistema.

Justo entonces esto cabe ser pensado al interior de lo que se piensa bajo los sustantivos de la reflexividad, que si se declara que “esta forma reflexiva se interesaba por aclarar los procesos cognitivos que tenían lugar en las formas de saber científicas, de ahí que reclamara un lugar privilegiado en el contexto filosófico moderno” cabe hacer dos lecturas en pos de conocer para qué y quién es en ahí la forma reflexiva, sí la teoría de la historia o la filosofía de la ciencia.

Para contemplar el tránsito de estas dos lecturas, cabe veamos cuántas hebras relativas hemos logrado señalar respecto a las categorías significativas del texto ensayado:

[Metacrítica: “¿Por qué nos parecen significativas?” que sí, son hebras que nosotros hemos decidido inspeccionar; ellas mismas se nos muestran significativas.
El deslizamiento del logos desde la seducción hasta la intersubjetividad.]

Y es que aún cuando el enunciado siguiente haga explícito el sentido del enunciado en llamado a atender lo que antes y con respecto a la denominación filosofía de la ciencia se declara, resulta que en los términos de aprehensividad y expresión respecto al intento de pre-viar la precisión, todo lo que se diga respecto a teoría de la historia ya parte del mismo foco que ha cimentado los tránsitos y los translados, las citas y los aparatos institucionales que precomprenden y comprometen la propia institucionalidad de labores tales: “filosofía de la ciencia”, “teoría de la historia”.

[la desilusión y el lamento]

¿Cuál es entonces el compromiso hasta ahora asumido?, ¿contestar la pregunta o atender a la necesidad de la precisión previa?, que ante el despliegue de lo cuestionable (¿por qué es necesaria la investigación en teoría de la historia?) la necesidad que se le ha opuesto – la o-poción que funda los opuestos – es el propio acaecer de la técnica que se interroga y se contesta.

¿Cuál es este acaecer? El declarar del enunciado “Esta forma reflexiva se interesaba por aclarar los procesos cognitivos que tenían lugar en las formas de saber científicas, de ahí que reclamara un lugar privilegiado en el contexto filosófico moderno”, donde que, de antemano, lo propio aclarado es lo único que se encuentra declarado al claro de la propia enunciación: El interés.

Si nuestra pregunta llama finalmente a interrogar por el quién de la forma reflexiva, lo propio aclarado es lo único declarado de la pregunta “¿por qué es necesaria la investigación en teoría de la historia?”: el subjectum, su por lo tanto, de antemano, es el único interés que lo suscita: sí.

Bien, una vez estamos en este interés –interesados – recordemos que se declara que la forma reflexiva reclamaba “un lugar privilegiado en el contexto filosófico moderno” en tanto yacía interesada en “aclarar los procesos cognitivos que tenían lugar en las formas de saber científicas.” Con esto la relatividad de la precisión que demanda la propia reflexividad se halla constreñida a la comprensión de la pregunta por la historia: aquello a lo que la reflexividad se haya arrojada.

Si la teoría de la historia participaba de la productividad del horizonte particular – la filosofía de la ciencia –, la interdicción del “o” implica una necesaria distinción entre lo que significan “siglo XIX” y “horizonte particular”.

¿Pero esta distinción acontece? ¿No se están aquí desplazando las categorías?

Presumámoslo: ante la distinción, en la diferencia que separa a “teoría” de “historia”, habita lo que aparece en el relato como la preposición y el artículo: la normalización de la temporalidad.

La noción es noción en tanto no ha accedido al concepto. Pero esto ¿es así?, ¿no sucederá antes que entonces lo haya abandonado?

Aquí está la pregunta por la disciplina.

El texto prosigue enunciando que el objetivo de la filosofía de la ciencia consistía en “asegurar el estatus científico por medio de una fundamentación que mostrara como indubitables lo principios generales que gobiernan toda producción cognitiva, independientemente de la disciplina en cuestión.”. Sabemos entonces que en esto la proposición que distingue la adjudicación de predicados entre los significados “teoría de la historia” y “filosofía de la ciencia” abduce lo teórico de la teoría al claro significante de la filosofía: la autoconciencia científica.

Pero con esto también podemos yagar otra cosa de nuestras dudas transitadas, la trascendentalidad: Los principios generales que gobiernas toda producción cognitiva son el cúmulo semántico de horizontes de expectativa y de espacios de experiencias que, en régimen de temporalidad, autoproducen la totalidad de lo existente: El ente y sus valores.

A la autoproducción del ente lo llamaremos saber. El saber como acceso “al núcleo constitutivo de las ciencias” tendría entonces que otorgar el instrumental y el listado de instructivos –un “núcleo constitutivo común – que “permiten producir representaciones científicas”: lo autoaclarado de la declaración como el acaecer de la presencia y el aparecer del régimen de propiedad.

El texto declara entonces que núcleo constitutivo común significó “la adopción del modelo aportado por las ciencias naturales o empíricas”.

El problema con la trascendentalidad es que ella de antemano, ya siempre comprueba lo mismo que en el inicio estableció como principio: la entidad del ente. Y es que si la trascendentalidad posee una historia, esta es la de la evaluación de los principios.

El texto por ello conlleva una narrativa que es la que habilita la pertinencia del tratamiento a la cuestión, a cualquier cuestión.

Historiografía supone la hermenéutica. La hermenéutica es decurso de historiografidad.

Lo supuesto a ser hermenéutica de un trazo,
Un poema, algo sólido a Dios.

Al método el origen del Mundo.


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Fernando Betancourt, ¿Por qué es necesaria la investigación en teoría de la historia?

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