[i] Carlos Fuentes, La
silla del águila, Alfaguara, México, 2003, p. 43. Al efecto, distinguir
dogma de proposición y confrontarnos, nos permitimos citarlo en extenso:
-Y los gringos, jovencito, los gringos que le han
sorbido el seso a nuestra juventud. Se visten como gringos, bailan como
gringos, piensan como gringos y quisieran ser gringos. Hizo un gesto obsceno
con la mano izquierda y levantó el bastón con la derecha.
-¡Por la pata perdida de Santa Anna que a los gringos
me los paso por el arco del triunfo! Aquí desembarcaron en 1847, otra vez en
1914... ¿Cuál será la siguiente?
Se acomodó la dentadura falsa que se le estaba
desubicando en medio de tanta evocación y regresó al tema:
-Mire jovencito, para que no
se vaya desilusionado, le repetiré mis máximas legendarias...
Y las repitió muy serio y casi meditando, sin dejar de
menear el azúcar con la cucharilla dentro del vaso de café.
-La política es el arte de
tragar sapos sin hacer gestos.
No rió. Nada más apretó la
dentadura falsa para fijarla bien en las encías.
-En la política mexicana,
hasta los tullidos son alambristas.
[ii] A la dogmática de profesiones en México, así se
distienden politología y derecho. De ellas por sí los recursos de fe. A la
Historiografía de la polémica, sostenemos, todo se anuda. Y es que nos
referimos al curso de efectos propio que la profesionalización de la Historia
constituye desde la escritura de la historia para con la construcción de las
instituciones nacionales y la imposición historiográfica que comportan a tanto
dogmática de exégesis y política de dogma la vida estatal histórica y el
gobierno histórico de México, nuestro país. De aquí entonces que nosotros
pretendemos la filosofía de la historia: el historiador el primer responsable
del estado efectivo que conserva la Nación, ser-ahí.
[iii] Trascendentalización de naturalidad, por inversión de
la praxis es la privación platónica, elisión de la reflexitividad a bien
retención de la identidad así conferida, Idea. Ahí entonces lo real acomete. A
su realidad la fenomenología implementada en crítica historiográfica encuentra
el fundamento objectual a sus categorialidades; tal es el caso de Paul Ricoeur
y su trilogía Tiempo y narración.
Para atender la disposición epistemológica que nos comprende y comprendemos,
Manuel Maceiras, “Presentación de la obra española”, en, Paul Ricoeur, Tiempo y narración I, trad. Agustín
Neira, Tiempo y narración I
Configuración del tiempo en el relato
histórico, Siglo XXI, México, 2004, p. 11:
[…] la reflexividad del yo no
logra alcanzar la inteligibilidad del sentido intencional de los actos
noétícos. En efecto, noesis (polo
subjetivo) y noema (polo objetivo) de
la intencionalidad deben ser entendidos en unidad, y, p o r lo tanto, cada
síntesis objetiva remite a una cada vez más radical síntesis subjetiva, con lo
cual la reflexión noético-noemátíca no alcanzará jamás la adecuada comprensión
de sí por sí mismo.
Husserl no escapa, pues, al
idealismo.
Ricoeur recurre entonces a Heidegger. En efecto, el
ideal de una justificación última de toda tendencia encuentra su límite
fundamental en la "condición ontológica de la comprensión".
Los “actos noéticos” llamados por Ricoeur no son otra
cosa que el espíritu positivo, comprensión; comprensión cabe poeta, cabe el
filósofo fundamental, cabe el historiador de fundación [(cabe) no es (por) ni
(para), cabe qué es ser-ahí] [interpretar explicador en la comprensión
interrogadora del sentido del ser del ente][la negatividad es el explicar
interpretador del comprender interrogador del sentido del ser del ente][cabe
espíritu] [cfr. Allen Ginsberg “?”].
La cuestión finalmente, con toda la teoría fenomenológica, estriba en la
inadecuación metódica del objeto metódico –la consciencia- para con el ser-ahí
de su apercepción de sentido –el comprenderse de la comprensión en aprehensión
de saber de sí en determinación absoluta para con el ente en totalidad
conciencia. [Efectualidad], en la intepretación de Gadamer para con la herencia
de la filosofía de Occidente por [causalidad]. Ahí la fenomenología
hermenéutica en el tránsito que inscribe Heidegger desde Husserl para con Kant
en la Ciencia de la lógica por Dasein que Heidegger precomprende de Hegel en
Nietzsche.
[la negatividad positiva] [el no-ente] Cfr. Heidegger,
Hölderlin y la esencia de la poesía; trad. Samuel Ramos
[…] ¿hasta dónde es el habla "el más
peligroso de los bienes"? Es el peligro de los peligros, porque empieza a
crear la posibilidad de un peligro. El peligro es la amenaza del ser por el
ente. Pero el hombre expresado en virtud del habla es un Revelado a cuya
existencia como ente asedia e inflama, y como no-ente engaña y desengaña. El
habla es lo que primero crea el lugar abierto de la amenaza y del error del ser
y la posibilidad de perder el ser, es decir, el peligro. Pero el habla no es
sólo el peligro de los peligros, sino que encierra en sí misma, para ella misma
necesario, un peligro continuo.
El habla es dada para hacer patente, en la
obra, al ente como tal y custodiarlo. En ella puede llegar a la palabra lo
más-puro y lo más oculto, así como lo indeciso y común. La palabra esencial,
para entender y hacerse posesión más común de todos, debe hacerse común.
Respecto a esto se dice en otro fragmento de Holderlin: "Tú hablas a la
divinidad, pero todos han olvidado que siempre las primicias no son de los
mortales, sino que pertenecen a los dioses. Los frutos deben primero hacerse
más cotidianos, más comunes, para que se hagan propios de los mortales"
(IV, 238). Lo puro y lo común son de igual manera un dicho. La palabra como
palabra no ofrece nunca inmediatamente la garantía de que es una palabra
esencial o una ilusión. Al contrario una palabra esencial, a menudo toma, en su
sencillez, el aspecto de inesencial. Y lo que, por otra parte, da la apariencia
de esencial por su atavío es sólo una redundancia o repetición. Así, el habla
debe mantenerse siempre en una apariencia creada por ella misma, y arriesgar lo
que tiene de más propio, el decir auténtico.
[el mapa de la episteme]
Al mirar sus manos el físico un día miró que no sabía
qué miraba. Ahí todos los instrumentos se pulverizaron ante la identidad de la
medida. Dios murió, el aliento aún estaba vivo.
[iv] Kant,
Crítica a la razón pura, p. 33
[v] La atención
epistemológica que ya simplemente por su nombre se escucha… allí de sí por
institución en nombrarse, lo que historiográficamente por epistemología se
denomina idealismo. ¿La razón? Voluntad de poder.
[vi] Su altar. Lo que históricamente por idealismo se elide
en historiograficidad. Cfr. “Deja ahí
mismo los ramos signo de tu aflicción”, Esquilo, Tragedias [Las suplicantes], trad. B. Perea, Gredos, Barcelona,
2006, p. 127, v. 506
[vii] Cfr. La
distinción entre el concepto vulgar del tiempo y el concepto fundamental del
tiempo de Heidegger en Ser y Tiempo; uno, quien habilita la comprensión del
sentido del ser del ente por a-temporalidad es quien permite la estabilidad
lógico referencial de las atingencias del discurso –las sustancias- para con la
validez preconcebida de validación y amparo en decurso de racionalidad
significante. Ahí entonces la distinción que la academia francesa ha imprimido
al curso de la comprensión del ente en totalidad por diacronía y sincronía. El
desarrollo en decurso del transcurso planificado es de la civilización el abono
del imperio del Mundo. Allí de vuelta en explicatividad historiográfica la
filosofía trascendental de Kant [Idea de una historia universal en sentido
cosmopolita, p. 64-65, en Emmanuel Kant, Filosofía
de la historia, trad. Eugenio Imaz, FCE, México, 2009]
Significaría una falsa
interpretación de mi propósito creer que con esta idea de una historia
universal, que implica en cierto sentido un hilo conductor a priori, pretendo
rechazar la elaboración de la historia propiamente dicha, la que se concibe de
modo puramente empírico; no es más que un pensamiento acerca de lo que una
cabeza filosófica (por otra parte, bien pertrechada de conocimientos
históricos) pudiera intentar también por otros caminos. Hay que pensar asimismo
que la manera tan circunstanciada y, por lo demás, famosa, como se elabora la
historia de nuestros días, por modo natural llevará a cada cual a considerar
con preocupación cómo va a ser posible a la posteridad cargar con el peso de la
historia que le vayamos dejando al correr de los siglos. Sin duda alguna, los
periodos más antiguos, cuyos documentos habrán desaparecido hace tiempo, los
considerará desde el punto de vista de su interés, es decir, estimará tan sólo
lo que pueblos y gobiernos han hecho en pro o en contra del sentido
cosmopolita. Tener en cuenta esto, junto al afán de gloria de los jefes de
Estado y de sus servidores, para así orientarles hacia el único medio que puede
asegurarles el recuerdo glorioso de la posteridad, nos puede proporcionar por
añadidura un pequeño motivo para intentar semejante historia filosófica.
[viii] A tal respecto intentemos el concepto época del ser
para nombrar el acaecimiento de la institución metafísica que secciona los
saberes de lo temporal con el respecto trascendental de lo atemporal, lo
metatemporal o lo transtemporal, es decir, la impronta que las tres grandes
metafísicas de la civilización occidental para con la teoría historiografía,
Platón, Aristóteles y Kant, posibilidades de condición a la historiográfica
hegeliana de la filosofía. Cfr. “La época de la imagen del mundo”, en Martin
Heidegger, Caminos del Bosque, trad.
Helena Cortés, Arturo Leyte, Alianza, 2010, p. 63:
La metafísica fundamenta una era, desde el momento en
que, por medio de una determinada interpretación de lo ente y una determinada
concepción de la verdad, le procura a ésta el fundamento de la forma de su
esencia.
[ix] Condición que suponemos depende particularmente de la
historicidad de la institución metafísica, ella misma en su autoreflexión
considerada por ente. El tránsito histórico que media de una doctrina de
emplazamiento a la estructura de forma de un concepto. Al respecto vale pues
apropiarnos más que apercatarnos de la definición historizante de la metafísica
por Martin Heidegger, Aportes a la
filosofía Acerca del evento, trad. Dina V. Picotti C., Biblos, Buenos
Aires, 2006, p. 146, § 83. La opinión de toda metaftsica sobre el ser
[ix]La metafísica piensa que el ser es hallable en el ente
y ello de modo que el pensar trasciende al ente. Cuanto más exclusivamente el
pensar se dirige al ente y busca para sí mismo un fundamento máximamente
entitativo (cfr. Descartes y la
modernidad), tanto más decididamente se aleja la filosofía de la verdad del ser
[Seyn].
¿Pero cómo es posible la renuncia metafísica al ente,
es decir, la renuncia a la metafísica, sin recaer en la "nada"?
El ser-ahí es la fundación de
la verdad del ser [Seyn]
Cuanto menos entitativo el hombre, cuanto menos se
aferre al ente, como el cual se encuentra, tanto más se acerca al ser. (¡Ningún
budismo!, lo contrario).
[x]Aristóteles, Metafísica,
trad. Tomás Calvo Martínez, Gredos, 1994, p. 128
[xi] El espacio del ser, una condicionalidad que nos emplaza,
puede ser a tal sentido perfectamente interpretado en conformidad con la teoría
física moderna como gravedad. Cfr. Martin Heidegger, Ser y tiempo, trad. Jorge Eduardo Rivera, Universitaria, Santiago
de Chile, 1997, p. 27:
3. El “ser” es un concepto evidente por sí mismo. En
todo conocimiento, en todo enunciado, en todo comportamiento respecto de un
ente, en todo comportarse respecto de sí mismo, se hace uso del “ser”, y esta
expresión resulta comprensible “sin más”. Cualquiera comprende: “el cielo es azul”; “soy feliz”, y otras cosas semejantes. Sin embargo, esta
comprensibilidad de término medio no hace más que demostrar una
incomprensibilidad. Esta incomprensibilidad pone de manifiesto que en todo
comportarse y habérselas respecto del ente en cuanto ente, subyace a priori un enigma. El hecho de que ya
siempre vivamos en una comprensión del ser y que, al mismo tiempo, el sentido
del ser esté envuelto en oscuridad, demuestra la principal necesidad de repetir
la pregunta por el sentido del “ser”.
La apelación a lo obvio en el ámbito de los conceptos
filosóficos fundamentales, y sobre todo con respecto al concepto de “ser”, es
un dudoso procedimiento, si es verdad que lo “obvio” y sólo lo obvio —”los
secretos juicios de la razón común” (Kant)— debe ser y continuar siendo el tema
expreso de la analítica (“el quehacer de los filósofos”).
[xii] Tratado cuyo propósito declarado estipula “ La
elaboración concreta de la pregunta por el sentido del ´ser´”, y fija como meta preliminar “La interpretación del tiempo como horizonte de posibilidad
para toda comprensión del ser en general”. ¿Preliminar con respecto a qué? [LA HISTORIA DE LA INVESTIGACIÓN]
[xiii] La alusión a Prometeo es entonces evidente a la
voluntad de servicio. Heidegger, Ser y
tiempo, Op. cit. p.23.
[xiv]¿Por qué
esto no es Paul Ricoeur? Porque Ricoeur da un paso atrás al respecto de los
preceptos fundamentales de la analítica existenciaria del Dasein al asentar una
diferencia entre el tiempo y el tiempo humano, ahí entonces reifica mediante
una doble abstracción al lenguaje; naturaleza, Dios.
[xv]
Publicación y verdad.
[xvi] [PARA EDIFICAR LAS CATEGORÍA ASENTADAS EN EL PRIMER
PÁRRAFO, CITAR FRAGMENTOS DE ÍNDOLE POLÍTICA] [RECORDEMOS QUE KANT SINTETIZA SU
COMPRENSIÓN DE LA HISTORICIDAD DE LA MANERA MÁS LÚCIDA EN EL ENSAYO QUÉ ES LA ILUSTRACIÓN]
[xvii]A la conferencia prometeica que la narrativa dona, nada
de esto es sin la voluntad de Zeus y sin la lucidez del Titán ante su propio
tiempo : [cita del reparo
de Hefestos y la comandancia del poder]
[xviii] Y por
método la cuestión única de su comprensión a razón.
[xix] Al ser esta fundamentación una antropología filosófica
asentada en el derecho natural, secularización para la vida moderna de la
religiosidad mediterranea. Para
Marc Aurell la tesis fudamental de Metahistoria colige una obviedad no suscita
en reflexión explícita:
Cita a Aurell
[xx] Immanuel Kant, Crítica
a la razón pura, trad. Manuel G. Morente, p.13-14. Al fundamento de la
historicidad un abismo insalvable. La distribución del colegirse de la fuentes
cognitivas emplaza de la razón por sobre la sensibilidad una voluntad de
poderío. Distribuir. [cfr.
El discurso de Marco Antonio en el Julio César de Shakespeare] De la
analogía establecida [LA HISTORIA DE LA LÓGICA DE ES UNA MARCHA SEGURA], la
realidad misma es la totalidad de la elisión temático-conceptual del Dasein,
estructura lógica para la metódica analítica de la alegoría trascendental. Su
dominio es una diánoia, la dialéctica su único corazón. Confrontemos entonces
la historiograficidad del texto kantiano con un extracto de Hegel, referente
exactamente al mismo proceso y comprendido al paso formativo de Hegel veinte
años después de la publicación de la Crítica
a la razón pura, un fragmento de la Ciencia de la lógica donde Hegel deja
explicitada la estructura del Dasein
en la historicidad desde la constitución conceptual del órganon
aristotélico -que en un momento
pasaremos a contemplar- para con la doctrina de la matera de Aristóteles,
comprendida luego entonces a tenor de una razón natural en la ciencia de la
lógica implementada por de Kant por efecto de la elisión temática. G.W.F.
Hegel, Ciencia de la lógica, trad.
Augusta y Rodolfo, Solar, Buenos Aires, 1968, P. 56:
Hasta ahora el concepto de la lógica se fundaba sobre
la separación dada de una vez para siempre en la conciencia ordinaria, del contenido del conocimiento y de la forma de éste, es decir, en la
separación de la verdad y la certeza. Se presupone ante todo que la materia del
conocimiento existe como un mundo acabado, en sí y por sí, fuera del pensamiento; que el pensamiento por sí es vacío
y que se añade como una forma extrínseca a aquella materia, se llena de ella, y
solamente entonces adquiere un contenido y se convierte así en conocimiento
real.
Dicha condición es entonces ya el comportarse de la
institución metafísica en su propia historicidad, la teología se acciona por
fundamento antropoieico de la metahistoricidad kantiana. Ibídem, p. 37:
Mientras la ciencia y el intelecto humano común
trabajaban juntos para realizar la ruina de la metafísica, pareció haberse
producido el asombroso espectáculo de un
pueblo culto sin metafísica —algo así como un templo con múltiples
ornamentaciones pero sin sanctasantórum— La teología, que en otras épocas fue
la conservadora de los misterios especulativos y de la metafísica dependiente
de ella, abandonó esta ciencia, para ocuparse de los sentimientos, de las
consideraciones práctico-populares y de la erudición histórica. A esta
modificación corresponde otra, es decir, la desaparición de aquellos ermitaños
que vivían sacrificados por su pueblo y separados del mundo, con el propósito
que hubiera alguien dedicado a la contemplación de la eternidad y que llevara
una vida que sólo sirviera a tal fin —no para conseguir ventajas, sino por amor
a la gracia divina—; una desaparición que, en otros aspectos y por su propia
esencia puede ser considerada como el mismo fenómeno ya mencionado. De modo
que, ahuyentada esta oscuridad, es decir la incolora ocupación del espíritu
retraído en sí mismo y que se consideraba a sí mismo, la vida parecía
transformarse en el alegre mundo de las flores, entre las cuales, como se sabe,
no hay ninguna que sea negra.
A la lógica no
le ha ido tan mal como a la metafísica. Desde hace tiempo se ha perdido el
prejuicio de que con ella se podía aprender
a pensar —lo que entonces pasaba por su utilidad y, por consiguiente, por
su fin— como si únicamente mediante el estudio de la anatomía y fisiología pudiera aprenderse a digerir y moverse —v e!
espíritu práctico no imaginaba para la Lógica mejor suerte que la reservada a
su hermana, la Metafísica. No obstante, y quizá a causa de alguna utilidad
formal, conservó todavía un lugar entre las ciencias; más aún, se la mantuvo
como materia de la enseñanza pública. Pero esta mejor suerte sólo concierne a
su destino aparente, pues su forma y contenido siguen siendo los mismos, pues
había heredado a través de una larga tradición, a pesar de haberse diluido y
empobrecido a través de la misma. El nuevo espíritu surgido en la ciencia no
menos que en la realidad, no trasluce todavía en ella. Pero es absolutamente
imposible, cuando la forma sustancial del espíritu se ha transformado, querer
conservar las formas de la cultura anterior; son hojas secas que caen empujadas
por los nuevos brotes, que ya surgen sobre sus raíces.
[xxiii] Para Prometeo ser a sí un personaje.
[xxv] Kant mismo asienta la diferencia al orden del juicio y
la obediencia. P. 24
Dogmatismo
es, pues, el proceder dogmático de la razón pura, sin previa crítica de su
propia facultad: Kant
[xxvi] La
naturaleza: ahí entonces ¿cómo se va a transformar la naturaleza? La
estructuración de la prosa y la emergencia de los discursos de la modernidad
desde la apertura técnica trascedental que naturaliza sus dispositivos
trascedendentales en un universal antropológico: categorías.
[xxvii] El tiempo queda así circunspecto a unidades de
significación. El concepto es ya por sí mismo la técnica del filosofar, técnica
que a la relatividad anunciada no conforma sino narrativas elididas de la
historicidad de fundación a la razón conceptuada, ello mismo que se coloca de
la metafísica a razón de sus saberes en fundamentación de sus objetos de
indagatoria. Es decir, cuanto Heidegger apunta “El Dasein es de tal manera que,
siendo, comprende algo así como el ser”, ese “es” “algo así como él ser” es él
mismo estructura emplazada que posa al paso desapercibido en naturalidad
apercibida. Heidegger dice continuamente que al Dasein su ser en comprenderse
es lo más cercano óntico pero lo más lejano ontológico, algo tal como un río y
una represa en la confección de un paisaje cotidiano para aquel que habita el
“ser” del Valle. “La técnica no es pues un mero medio. la técnica es un modo
del salir de lo oculto.” Cfr. “La esencia
de la técnica” en Martin Heidegger, Conferencias
y artículos, trad. Eustaquio Barjau, Ediciones del Serbal, Barcelona, 1994,
p.18
La central
hidroeléctrica está emplazada en la corriente del Rin. Emplaza a ésta en vistas
a su presión hidráulica, que emplaza a las
turbinas en vistas a que giren, y este movimiento giratorio hace girar aquella
máquina, cuyo mecanismo produce la corriente eléctrica, en relación con la cual
la central regional y su red están solicitadas para promover esta corriente. En
la región de estas series, imbricadas unas con otras, de solicitación de
energía eléctrica, la corriente del Rin aparece también como algo solicitado.
La central hidroeléctrica no está construida en la corriente del Rin como el
viejo puente de madera que desde hace siglos junta una orilla con otra. Es más
bien la corriente la que está construida en la central.
Nosotros sostenemos que a tanto tropo la figura
retórica en la constitución de explicatividad teórica del texto historiográfico
presentado por Hayden White es el tiempo en juego que se pone en Metahistoria a condición de develamiento
de la estructura de emplazamiento. ¿El problema? Que la causa efectiva
reconocida por principio es sólo del fenómeno apercibido a tanto confección de
sentido narrativo su propia imposición.
[xxviii]
Trascendentalidad objetual de un antropologicismo que aún así pretende
filosofar con Aristóteles a la base trascendente de sus enunciaciones
categoriales, es decir, la doctrina de la materia.
[xxix] A la determinante histórico-existente de esta
conjetura categorial, cfr. Ignacio Burgoa, El juicio de amparo, México, Porrúa,
20° ed., 1983, p. 43:
Sin embargo, a esa esfera de libertad individual,
Aristóteles no la colocaba en el rango de derecho público del gobernado,
oponible obligatoriamente al Estado; según la tesis aristotélica sobre el particular,
las autoridades deberían asumir un papel de tolerancia o consenso frente a una
determinada actividad libre del ciudadano, pero nunca se deberían ver obligadas
a respetarla como si se tratara de un verdadero derecho. Por lo que atañe a la
igualdad, Aristóteles la proscribía al justificar la esclavitud y la existencia
de clases sociales completamente diversas, en vista de lo cual es inconcuso que
en la doctrina política del ilustre estagirita no podemos vislumbrar ninguna
concepción respecto a los derechos públicos individuales ni, consiguientemente,
por lo que concierne a ningún medio jurídico de protección a los mismos. Es
bien conocida, por otra parte, la clasificación aristotélica de la justicia,
mediante la cual ésta puede ser distributiva,
conmutativa y política. La justicia
distributiva se realiza al aplicarse en la repartición del honor, de la
riqueza y de otros bienes divisibles entre los miembros de la comunidad
política, expresándose en el conocido principio igualitario que establece un tratamiento igual para los iguales y
desigua1 para los desiguales. La justicia conmutativa es por así decirlo,
la que se realiza en cada caso concreto, pudiendo estimarse como una
"justicia proporcional" entre el derecho y las obligaciones de cada
quien frente a la ley y a las convenciones particulares. Por último,
Aristóteles denomina justicia política a
la que se aplica en la vida de la polis y
se manifiesta precisamente en la observancia del principio mismo de igualdad ya
enunciado. La "justicia política", por ende sólo puede registrarse
entre sujetos colocados en el mismo nivelo rango social, de tal manera que las
leyes de la polis la cumplan en el tratamiento igual para los iguales y
desigual para los desiguales. De ahí que políticamente no pueda hablarse de
"justicia" entre sujetos pertenecientes a diferentes clases en que,
según el estagirita, se divide la sociedad, ya que la justicia siempre reconoce
como base la igualdad.
Debemos recordar que para el ilustre discípulo de
Platón la' libertad e igualdad, como ingredientes de la justicia, deben
acogerse por la ley positiva, que a su vez debe ser la expresión de la razón
que impida al gobernante actuar conforme a su arbitrio o despotismo.
[xxx] Oscar Cruz Barney, Historia
del Derecho en México, Oxford University Press, México, 2004, p. 2.
[xxxi] Aristóteles, Física,
trad. Guillermo R. de Echandía, Gredos, 1995, p. 40. Casi una sustancia. Si
atribuyéramos la sustancia que refiere Aristóteles por lo pensado, la cosa
pensada –el cogito cartesiano léase- ya estaríamos transgrediendo al transcurso de la temporalidad la
historicidad propia que las instituciones metafísicas comportan. En el Banquete de Platón, la privación
constituye del Amor la tensión del deseo, principio del movimiento del no ser
hacia el ser. Respecto al ente, la
privación es la falta de lo que es, forma que a necesidad de reconocimiento un
ente no posee, es decir, la Idea. A tal sentido la privación es fundamento de
la apercepción de la idea. Ahí entonces, como abstracción metodológica, la privación constituye el ethos de la
doctrina platónica que culmina de la anamnesis (el reconocimiento como
des-olvido) en la ciencia (episteme)
por su facultad de poseer el Bien en conocimiento en cuanto tal, la idea
superior.
[xxxii] Aristóteles, Metafísica,
trad. Tomás Calvo Martínez, Gredos, 1994, p. 126.
[xxxiii] Del espacio-tiempo decimos que la materia es constituyente y no el constituyente, lo que media es la naturalización de las
trascendentaciones apercibidas. Del ente mientras tanto, nadie sabe nada
realmente. Cfr. Platón, Diálogos V, Sofista, trad. N.L. Cordero,
Gredos, Madrid, 1988, p. 407:
Extr.- “Puesto que nosotros estamos en un aprieto,
mostradnos en forma adecuada qué queréis manifestar cuando mencionáis lo que
es. Es evidente que se trata de algo que vosotros conocéis desde hace mucho, y
que nosotros mismos comprendíamos hasta este momento, pero que ahora nos pone
en dificultades.
Mientras tanto, la estipulación de la Ciencia el
engarce de la polémica para Aristóteles,
se encuentra en la República
de Platón, el libro VII, al momento del diálogo cuando Sócrates expone a Glauco
las secciones de la inteligencia del hombre y distingue, del conocimiento
formal-matemático que parte por principios –axiomas
cuyo modelo es la geometría- y la
investigación conforme a supuestos, esos mismos supuestos que sostenemos no
abandonan lo sensible aún cuando Platón así lo planté, y que, respecto a la
doctrina trascendental de la privación, confieren del método de especulación la
razón –logos- que propiamente
constituye la dialéctica. Platón, Diálogos VI, República, trad. Conrado
Eggers Lan, Madrid, Gredos, 1988, p. 337:
-Comprende entonces la otra sección de lo inteligible,
cuando afirmo que en ella la razón misma aprehende, por medio de la facultad
dialéctica, y hace de los supuestos no principios sino realmente supuestos ,
que son como peldaños y trampolines hasta el principio del todo, que es no
supuesto, y, tras aferrarse a él, ateniéndose a las cosas que de él de penden,
desciende hasta una conclusión, sin servirse para nada de lo sensible, sino de
Ideas, a través de Ideas y en dirección a Ideas, hasta concluir en Ideas.
- Comprendo, aunque no suficientemente, ya que creo que
tienes en mente una tarea enorme: quieres distinguir lo que de lo real e
inteligible es estudiado por la ciencia dialéctica, estableciendo que es más
claro que lo estudiado por las llamadas “artes”, para las cuales los supuestos
son principios. Y los que los estudian se ven forzado s a estudiarlos por medio
del pensamiento discursivo, aunque no por los sentidos. Pero a raíz de no hacer
el examen avanzando hacia un principio sino a partir de supuestos, te parece
que no poseen inteligencia acerca de ellos, aunque sean inteligibles juicio a
un principio. Y creo que llamas 'pensamiento discursivo al estado mental de los
geómetras y similares, pero no inteligencia; como si el pensamiento discursivo fuera algo intermedio
entre la opinión y la inteligencia.
- Entendiste perfectamente. Y ahora aplica a las cuatro
secciones estas cuatro afecciones que se generan en el alma; inteligencia, a la
suprema; pensamiento discursivo, a la segunda; a la tercera asigna la creencia
y a la cuarta la conjetura; y ordénalas proporcionadamente, considerando que
cuanto más participen de la verdad tanto más participan de la claridad.
Así entonces, para la dicotomía que la dialéctica
habilita, el Sócrates de Platón puede emplazar una conclusión radical,
estructural al orden del maestro del estagirita. Ibídem, p 445:
[…] las cosas concernientes al servicio del cuerpo
participan menos de la verdad y de la realidad que los géneros
concernientes al servicio del alma
Al punto, de la idea misma, la pregunta de Aristóteles que asienta la
narrativa de la materia es puede ser así enunciada: ¿qué pende y cómo pende de
qué, eso mismo que se asienta por claridad? Ahí la materia en la causalidad en
referencia al ente. Este giro de la epistemología lleva entonces el paradigma
de validación de certeza –la idea- a la posesión del objeto conocido desde la
interioridad anímica del deseo en dirección a la exterioridad anímica del
deseo, lo deseado. Al respecto de la historia de la metafísica, no hablamos
otra cosa que de la voluntad de poder. Cfr. Friedrich Nietzsche, Voluntad de poder, trad. Anibal Froufe,
Edaf, Madrid, 2000, § 140, p. 124.
[xxxiv] Aristóteles, Metafísica, Op. Cit. p. 146-147.
[xxxvi] El presentarse en identidad de la estructura
argumental.
[xxxvii] El diferirse en atención del presentarse la estructura
narrativa.
[xxxviii] Ibídem, p. 128.
De la naturaleza luego entonces.
p. 215
De lo dicho resulta que la naturaleza, primariamente y
en el sentido fundamental de la palabra, es la
entidad de aquellas cosas que poseen el principio del movimiento en si mismas
por si mismas. En efecto, la materia se denomina naturaleza porque es capaz
de recibir aquella, y las generaciones y el crecimiento porque son movimientos
que se originan de ella. Y ella es el principio del movimiento de las cosas que
son por naturaleza y, en cierto sentido, es inmanente en estas, bien en
potencia, bien estado de plena actualización.
[xxxviii]
[xli] Cfr. Ignacio Burgoa, El juicio de amparo, México, Porrúa, 1971.
[xlii] Cfr. Wegner Jaeger, Aristóteles Bases para la historia de su desarrollo intelectual,
trad. José Gaos, FCE, 1946, p. 11.
Aristóteles fue el primer pensador que se forjó al
mismo tiempo que su filosofía un concepto de su propia posición en la historia;
con ello fue el creador de un nuevo género de conciencia filosófica, más
responsable e íntimamente complejo. Fue el inventor de la idea del desarrollo
intelectual en el tiempo, y vio incluso en su propia obra el desarrollo de una
evolución exclusivamente dependiente de su propia ley. En el curso de su
exposición presenta dondequiera sus propias ideas como la consecuencia directa
de la crítica que hace de sus predecesores, especialmente de Platón y su
escuela. Era, por consiguiente, filosófico y aristotélico a la vez seguirle en
esto, y tratar de entenderle por medio de los supuestos partiendo de los cuales
había construido sus propias teorías.
[xlii]A tanto por el método de exégesis que Jaeger establece,
lo que explica diciendo “presenta sus propias ideas como la consecuencia
directa de la crítica”, la supuesta “evolución exclusivamente dependiente de su
propia ley” demarca un biologicismo que asienta de gravedad todos los juicios
de Jaeger respecto al pensamiento pensado y lo por pensar de Aristóteles. Es
necesario entonces denunciar las ideologías decimonónicas que transponen por
lógica de identidad de lo propio historizado un supuesto natural y que no
constituye ninguna otra cosa sino las apercepciones del propio Jaeger a su
lectura. El sujeto Aristóteles que entonces Jaeger estipula, conserva un
estatuto ontológico homólogo al individuo de Darwin y su ciencia biológica, a
tanto que, la filosofía así comprendida, comporta el carácter de una
especie El propio Jaeger es
relativamente consciente de la dificultan gnoseológica que su método compone.
Inmediatamente agrega:
[xlii]
[xlii]Tales intentos no nos han dado, sin embargo, una viva
visión de la índole individual de su filosofía; lo que no puede sorprender al
filólogo, que no está acostumbrado a servirse de los juicios de un escritor
acerca de sí mismo como de un documento objetivo, ni a sacar de ellos sus
patrones de medida. Especialmente inútil resultó el juzgar a Aristóteles como
se ha hecho realmente, por su manera de
entender a sus predecesores, como si hubiera habido jamás un filósofo capaz de
entender a sus predecesores en este sentido.
La supuesta índole individual de la filosofía de
Aristóteles no es, como tampoco lo es la filosofía de ningún otro pensador. La
filosofía no es una disposición subjetiva, nosotros hablamos al punto tan sólo,
en política, de instituciones
metafísicas. La ciencia es otra cosa. Para más información de las resultas de
este paradigma biologicista, cfr.
Georg Hendrik Von Wright, Explicación y
comprensión, trad. Luis Vega Reñon, Madrid, 1987, p. 79.
[xliv] Ibídem. Un
poco mas adelante se encuentra una variación de la apercepción para con la
historicidad del principio que la materia estipula en este fragmento y que,
para nosotros, comporta importante
relevancia en tanto delinea esquemáticamente el movimiento de Aristóteles por
el ahí de la lectura, se encuentra,
en el Capítulo octavo, todavía del libro
Alfa, cuyo título se inscribe: Crítica de los filósofos preplatónicos, Metafísica, ob.cit., p. 101:
Cuantos proponen que el todo es uno y una cierta
naturaleza única entendida como materia, corporal ella y dotada de magnitud, es
evidente que cometen múltiples errores. En efecto,
(1) proponen
exclusivamente los elementos de los cuerpos, pero no los de las cosas
incorpóreas, a pesar de que las hay también incorpóreas;
(2) además, suprimen la causa del movimiento, por mas que
pretendan exponer las causas de la generación y de la corrupción, y a pesar de
que traten de explicar todas las cosas en términos físicos;
(3) además, por no proponer la entidad ni el que-es como causa de nada;
(4) y además de estas razones, por proponer alegremente
como principio cualquiera de los cuerpos simples, a excepción de la tierra, sin
pararse a considerar como harán posible la generación reciproca de estos
cuerpos, quiero decir, el fuego, el agua, la tierra y el aire.
[xlviii] Ibídem P. 91. [“mi doctrina”] [“modo en que conciben
la naturaleza en cuestión”]
[xlix]Hayden White, El texto como artefacto literario y otros
escritos. Trad. Verónica Tozzi, Paídos, 2003, p. 112-113.
El discurso de las formas políticas. La Filosofía. De
la analogía trascendental su transposición en fe.
De ahí que todo lo que por naturaleza se levanta, sea
la noche misma al dios que ha muerto en hondonada, el regazo de los dioses.
Pena, dolor y tragedia en Immanuel Kant.
La medicación por el ahí de lo pensado: Ser.
De la meditación su idea, el instrumentalizar.
Del paso del instrumento, la razón de su verdad.
Hölderlín y el sometimiento de su cordura.
Las explicaciones. Las explicaciones.
Lo elidido del instrumentalizar, la instrumentación.
Científicos que no ciencias hay en este país de régimen natural.
[l] No sin causa Marco Fabio Quintiliano en su Instituciones oratorias, T I, trad.
Ignacio Rodriguez y Pedro Sandier, Imprenta de Perlado y Paz, Madrid, 1916, p.
113-114, nos auspicia estipular que la
retórica, un persuadir, es el arte de la movilización de la sensibilidad:
El fin de la retórica es el persuadir, opinión que
fundó Isócrates, si es suyo un arte que corre con su nombre. El que siguiendo
distinto modo de pensar que aquellos que desacreditan el oficio de orador,
define, pero mal, la retórica, diciendo que es obradora de la persuasión. Lo
mismo, poco más ó menos, dice el Gorgias de Platón, pero éste la pone por
opinión de aquél , no suya. Cicerón dice en varios lugares que la obligación de
un orador es únicamente decir y hablar de una manera capaz de persuadir . En
los retóricos pone por fin de la
retórica el persuadir, libros que él no aprueba. Lo cierto es que á veces
persuade el dinero, el valimiento, la autoridad y dignidad de la persona, y aun
su presencia sola sin hablar palabra; moviéndonos á dar la sentencia por la
memoria de los méritos del sujeto por verle miserable y aun por prendarnos de
su hermosura.
Pongamos al
efecto los dos textos de Rodrigo Díaz que conocemos.
[li] Al punto, ¿qué apunta Rodrigo sobre esto polémico de
White?
[lii] El trabajo del análisis.
[liii] El registro histórico sin pulir como lo denomina White
en Metahistoria
[liv] Por interpelación estipula Hans-George Gadamer, Verdad y método, Sígueme, Salamanca, p.
59:
Este término no significa aquí simplemente que siempre
se infiltra algo del entorno social en el contenido de nuestros enunciados. La
observación es correcta, pero no se trata de eso, sino de que sólo hay verdad
en el enunciado en la medida que éste es interpelación. El horizonte
situacional que constituye la verdad de un enunciado implica a la persona a la
que se dice algo con el enunciado.
¿Qué cabe referir y comprender entonces por persona
para con el ser-ahí del historiador y no así su identidad?
El vacío que su concepto atempera. Nos remitimos al
efecto al concepto de Ciencia de G.W. F. Hegel, quien en la Enciclopedia de las ciencias filosóficas,
trad. Ramón Valls Plana, Alianza, Madrid, 2005, p. 79 estipula que “la ciencia
es el autodespliegue del concepto”. Hegel así lo explica:
La ciencia entiende el sentimiento y la fe, pero ella
sólo puede ser juzgada desde el concepto como aquello sobre lo que descansa; y
puesto que la ciencia es el autodespliegue del concepto, por esto, enjuiciar la
ciencia desde el concepto no es tanto un juicio sobre ella cuanto un progreso
conjunto.
[lvi] Y la actividad ya es la naturalización en realidad de
la analogía y su confección de sentido.
[lvii] Por autenticidad referimos en el transcurso de la
filosofía alemana del idealismo absoluto la destrucción existencial que
Heidegger eleva para con la doctrina hegeliana de la propiedad.