Faculty of Philosophy and Literature (UNAM) (Photo credit: Wikipedia) |
México, D.F., 1 de mayo de 2013
A los profesores de Histora, Literatura Dramática y Letras Modernas presentes el 30 de abril en el Aula Magna.
A la comunidad de la Facultad de Filosofía y Letras.
Queremos dirigirnos a ustedes, respetuosamente, para hacer de su conocimiento nuestro balance sobre lo ocurrido el día de ayer, 30 de abril, en el Aula Magna de nuestra Facultad:
En primer lugar, no podemos dar crédito de la manera tan déspota y tan cínica con la que ustedes son capaces de ningunearnos, de hacer simple y llanamente como que no estamos; más de diez estudiantes con la mano alzada durante 40 minutos ante la absoluta indiferencia de quienes dicen ser sus profesores. Un escenario nada digno de nuestra Facultad, un agravio para su tradición de crítica y abierto debate. ¿En serio quieren que creamos el cuento de que no nos dejaron hablar por mera formalidad y apego a los protocolos? ¿con quién creen que tratan? Evidentemente, nos ningunearon porque íbamos a contradecirlos con argumentos y razones, porque íbamos a romper la armonía ULTRADERECHISTA de sus autocomplascientes chistoretes, de ese patético intercambio de mentiras que ustedes necesitan creer para seguir pensando que tienen una dignidad que hace mucho perdieron.
Ante sus indolentes ojos de intelectuales conformistas, Javier Torres Pares y una pintoresca profesora cuya ignorancia no tenía límites, mancillaron la historia de la huelga y de la Universidad; defendieron instituciones como la Policía Federal, que mata y viola inocentes por todo el país; señalaron a unos estudiantes, cuyos casos e historias desconocían, como a unos criminales “fascistoides” que dañaban a la Universidad; omitieron, por supuesto, el daño que a nuestra institución le causa el amiguismo con el que el Patronato asigna las concesiones de cafeterías y fotocopiadoras, el clientelismo con el que se distribuyen las plazas y los cargos en muchas facultades –incluida la nuestra- y la corrupción generalizada que sí obstaculiza el desarrollo de la vida académica de nuestra institución. ¿Alguien en el Consejo Técnico puede ignorar que el profesor Boris Berenzon no fue suspendido de su plaza por la protección personal que le brinda la señora Villegas, después de que fue descubierto como un faltista, un aviador y un plagiario? Esos secuestros de la vida académica que las camarillas y grupos de poder ejercen todos los días en nuestra casa de estudios no le preocupan a ese otro profesor que, consternado, preguntaba quién los salvaría a él y a sus alumnos de la toma de Rectoría. Ver cómo los académicos se reconfortan unos a otros, justificando su conformismo y su pasividad, repitiendo como loros lo que les dijeron en el noticiero de la noche anterior es un espectáculo vergonzoso.
Habría que considerar el argumento vertido por otra profesora, menos escandaloso pero no por ello menos falso, de que los muchachos que efectuaron la toma no estaban considerando que en los CCH ya se discutía el asunto de los 12 puntos. Lo que la profesora omitió es que esas discusiones no incluían el tema de la reinstalación de los expulsados, que es una demanda de los ocupantes que desde febrero ha sido ignorada por la comunidad estudiantil y cuyo destino ha sido decidido, de manera parcial y arbitraria, por un Tribunal Universitario que desestimó las pruebas que certificaban la inocencia de los compañeros de los cargos que se les imputaban. Pero para saber eso hay que leer los periódicos, algo que nuestros académicos no están dispuestos a hacer mientras Joaquín López Dóriga les susurre por las noches verdades más cómodas.
Por suerte, ustedes, la camarilla incondicional de la señora Villegas, no son los únicos académicos de nuestra facultad. En la mesa anterior, con dignidad y espíritu académico, los profesores presentes dijeron que querían escucharnos y permanecieron en su lugar mientras decíamos nuestra palabra y leíamos nuestro pronunciamiento. Ese documento, por cierto, fue redactado por una asamblea estudiantil en la que participaron más de 150 alumnos, mucho más de lo que la Dra. Villegas puede reunir con todo y su inmensa lista de correos electrónicos. Por supuesto que la madamme salió por piernas antes de tener que tolerar semejante ofensa a las “vías institucionales”. Claro que hubo que gritar un poco para llamar la atención de la concurrencia, pero ésta no se ofendió ni nos llamó porros por hacerlo, pues entendió que teníamos que hacernos oír por encima de un micrófono que quería silenciarnos. Ustedes hubieran podido hacer lo mismo, no les hubiera tomado ni diez minutos. ¿En realidad les costaba demasiado alzar la mano para pedir que fuéramos escuchados? Nos resulta demasiado obvia su estrategia, el juego en el que caímos porque tenemos dignidad y la sangre nos hierve: Javier Torres puede insultarnos todo lo que le dé la gana –eso sí, con buenos modales, sin palabras altisonantes y sin gritos, porque para eso monopoliza el micrófono-, puede llamar “fascistoides” a nuestros compañeros e insinuar que nosotros somos oportunistas –él sí puede colgarse del conflicto de la Rectoría para balbucear su verborrea reaccionaria contra el activismo de la Facultad, claro está- y nosotros tenemos que aguantar callados, con la mano alzada, esperando a que la señora dé por concluida la sesión y ustedes se levanten satisfechos, pasen entre nosotros como si fuéramos fantasmas, como si no hubiéramos preparado un pronunciamiento para compartirlo con ustedes, como si lo que aprendemos en los salones lo pudiéramos dejar todos los días en el buró, sin esperanza de poder darle un uso comunitario en tiempos de crisis.
Sus escusas burocráticas y formalistas pueden llevarlas a otro lado, nosotros no las creemos. Dicen que se abrirán canales de diálogo para nosotros, ¡pero nosotros queríamos discutir ahí con ustedes! ¿era demasiado pedir? Más aún cuando advertimos que las tres personas que intervenían lo hacían con una misma línea ¿no es lógico que quisiéramos abrir la discusión, el debate que ustedes nos han enseñado que es necesario para que el conocimiento progrese? Encerrados en un burocratismo patético que solamente pone en evidencia su miedo a la disidencia, ustedes lastiman nuestro espíritu universitario, nos hacen creer que el saber y la palabra no sirven para nada. La indiferencia de Alfredo López-Austin, de Lothar Knaught y de Ricardo Martínez nos ha dolido también, no la entendemos.
Quizá lo peor de todo sea que lo de hoy demuestra su nula capacidad y voluntad para organizarse de manera independiente. Que lo sepa todo el mundo: los profesores de nuestra Facultad sólo dialogan al son de la Rectoría, mal tocado por la señora Villegas. Quisiéramos que fuera positivo el hecho de que ustedes no son ni el 5 por ciento del profesorado de la Facultad. Pero no lo es, porque tampoco vemos al otro 95 por ciento organizándose con independencia de las órdenes que por correo les manda su patrón. Ya en el colmo del cinismo, el profesor Torres, que encabezaba la vertical transmisión de la línea a seguir, que bajaba directo de la Rectoría, nos llamó a nosotros “autoritarios” ¿pudo haber mayor contradicción entre lo que decía y lo que hacía?
Ante la indolencia de ustedes, la de siempre, a nosotros no nos queda más que la intransigencia; no les vamos a dar la otra mejilla. Que no les extrañe que las vías que encontremos para hacernos oír se radicalicen y se conviertan en acciones que rompan otra vez con su falsa armonía. No estamos dispuestos a conformarnos con el papel de telón de fondo que ustedes tienen preparado para todos los estudiantes; si hay quienes, obedientes, lo quieran aceptar, que no cuenten con nosotros. Asumimos que el conflicto de los CCH nos atañe a todos, porque lo que está en juego es el derecho a disentir en la Universidad sin ser expulsado y llevado preso. Intervendremos en el conflicto con la independencia organizativa de la que ustedes, los profesores, carecen, y lo haremos con la contundencia y la radicalidad que sean necesarias. Eso no excluye que sigamos llamando a todos los estudiantes y académicos a sumarse a un verdadero diálogo, plural, en el que todos tengamos voz y las posiciones contrapuestas puedan decantarse.
ESPACIO ESTUDIANTIL BUENAVENTURA DURRUTI
“LLEVAMOS UN MUNDO NUEVO EN NUESTROS CORAZONES”
Lo único cierto, la única falta, es no capitalizar los capitales del capital. No tenemos porqué gritar. Existe una vía institucional. La legislación universitaría tiene que ser empleada en todo su rigor ante las omisiones y la impiedad en que la vida académica de humilla.
ResponderEliminarY sería mejor también referirse a cada sujeto en la totalidad de sus títulos académicos respectivos. Eso dimensiona de facto la totalidad de imbricación en quien la intolerancia se reefectúa. Es ofensivo para ellos, descrédito para ustedes, sobajar así a la Doctora Gloria Villegas Moreno.
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