viernes, 3 de octubre de 2014

Al punto de las antinomias


De la Razón pura que enuncia Kant, toda experiencia que de ella o en ella se suscite, ocurre por el propio pensamiento en ella habilitado y no por el precepto de doctrina que la ontología de la experiencia quiera o pretenda contraponer.

La destrucción efectiva a la impronta kantiana no estriba en su refutación, su contradicción - o falseamiento-, sino en la absumisión positiva de sus posicionamientos y la consecuente anulación de necesidad que le emplaza en hipótesis por Sistema.

Mas ello hace necesaria a la pasarela.
 
La comprensión material-significativa de una generalidad abstracta de evento, hace en la construcción de su juicio de valor, el mismo nihilismo que la ‪#‎Moral‬ estatuye para con lo que técnicamente cabría nombrar, dentro de su teoría, como ‪#‎práctica‬. El espectro del existir humano no se dispone de la realidad de sus efectos sino por la ‪#‎metafísica‬, una estructura racionalista de afectos donde cada uno de ellos estatuye una estructura de experiencia a sentir, experiencia que además siempre tiene a la coherencia del discurso la calidad y magnitud de la sustancia - evidentemente, para la necesidad del sistema, otra cosa tiene que ser el Lenguaje, otra la Escritura, otra la Lectura y otra la Investigación.

Hacer luego la Ciencia a cada derrotero siempre prohibe, so pena de estatua de sal, mirar por detrás a nuestra metafísica a bien no diluir la apariencia que representamos.

Legitimar, mejorar, o transformar el andamiaje de nuestra doctrina del juicio no nos hace menos mezquinos.

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