Foucault | Política, moral y ciencia: la FILOSOFÍA
Alttheia, politeia, etbos: creo que la irreductibilidad esencial de los
tres polos, y su relación necesaria y recíproca, la estructura de
atracción de uno hacia otro y viceversa, sostuvo la existencia misma de
todo el discursó filosófico desde Grecia hasta nuestros días. Pues lo que hace que el discurso filosófico no sea un mero discurso científico, que [se limite a] definir y poner en juego las condiciones del decir
veraz, lo que hace que el discurso filosófico, desde Grecia hasta
nuestros días, no sea un mero discurso político o institucional, que se
limite a definir el mejor sistema posible de instituciones, y lo que
hace, por fin, que el discurso filosófico no sea sólo un puro discurso
moral que prescriba principios y normas de conducta, es precisamente el
hecho de que, con respecto a cada una de estas tres cuestiones, plantea
al mismo tiempo las otras dos. El discurso científico es un discurso
cuyas reglas y objetivos pueden definirse en función de la pregunta:
¿qué es el decir veraz, cuáles son sus formas, cuáles son sus reglas,
cuáles son sus condiciones y estructuras? Lo que hace que un discurso
político no sea más que un discurso político es que se conforma con
plantear la cuestión de la politeia, de las formas y las estructuras del
gobierno. Lo que hace que un discurso moral no sea más que un discurso
moral es que se limita a prescribir los principios y las normas de conducta.
Lo que hace que un discurso filosófico sea otra cosa que cada uno de
esos tres discursos es que jamás plantea la cuestión de la verdad sin
interrogarse al mismo tiempo sobre las condiciones de ese decir veraz,
sea [por el lado de] la., diferenciación ética que da al individuo
acceso a dicha verdad, [sea además por, el lado de] las estructuras
políticas dentro de las cuales ese decir veraz tendrá el derecho, la
libertad y el deber de pronunciarse. Lo que hace que un discurso filosófico sea un discurso filosófico, y no simplemente un discurso
político, es que, cuando plantea la cuestión de la politeia (de la
institución política, de la distribución y la organización de las
relaciones de poder), plantea al mismo tiempo la cuestión de la verdad y
del discurso veraz a partir del cual podrán definirse esas relaciones
de poder y su organización, y también la cuestión del etbos, vale decir
de la diferenciación ética a la que esas estructuras políticas pueden y
deben hacer lugar. Y por último, si el discurso filosófico no es
simplemente un discurso moral, se debe a que no se limita a
pretender formar un etbos, ser la pedagogía de una moral o el vehículo
de un código. Nunca plantea la cuestión del ethos sin interrogarse al
mismo tiempo sobre la verdad y la forma de acceso a la verdad que podrá
formar dicho ethos, y [sobre] las estructura políticas dentro de las
cuales éste podrá afirmar su singularidad y su diferencia. La existencia
del discurso filosófico, desde Grecia hasta la actualidad, radica
precisamente en la posibilidad o, mejor, la necesidad de este juego: no
plantear jamás la cuestión de la alétheia sin reavivar a la vez, con
referencia a esa misma verdad, la cuestión de la politeia y el ethos.
Otro tanto para la politeia. Otro tanto para el etbos.
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