Heidegger | El Comunismo, la guerra total y la historia del ser*
Si el “comunismo” es la constitución metafísica de los pueblos en la
última etapa del acabamiento de la modernidad, entonces reside en la
última etapa del acabamiento de la modernidad, entonces reside en ello
que ya a comienzos de la modernidad su esencia, aunque aún encubierta,
tiene que sentarse en el poder.
Políticamente ello acaece
en la historia moderna en el estado ingles. Éste –pensado en esencia
prescindiendo de las formas de gobierno, sociedad y creencias conformas a
la época- es lo mismo que el estado de las repúblicas soviéticas
unidas, sólo con la diferencia de que allí un gigantesco encubrimiento,
con la apariencia de moralidad y educación popular, hace a todo
despliegue de poder inofensivo y evidente, mientras que aquí la
“conciencia” moderna más desconsideradamente, aunque no sin apelar a la
felicidad popular, se expone a sí misma en su propia esencia de poder.
La forma burguesa-cristiana del “bolchevismo” ingles es la más
peligrosa. Sin su aniquilamiento la modernidad perdura.
Pero el
definitivo aniquilamiento sólo puede tener la forma del esencial
autoaniquilamiento, que es promovido del modo más fuerte a través de la
sobrevaloración de la propia esencia aparente en el rol de salvador de
la moralidad. En qué punto temporal historiográfico se inserta el
autoaniquilamiento del “comunismo” en un proceso y fin visibles, es
indiferente ante la decisión ya determinada según la historia del ser,
que hace a aquél inevitable.
El autoaniquilamiento tiene su primera
forma en el “comunismo”, ante el desencadenamiento de enredos bíblicos,
impele hacia lo incontenible de sus completos dejar impotentes. La
guerra no es como Clausewitz aun piensa, la continuación de la política
con otros medios; cuando “guerra” mienta la “guerra total”, es decir la
guerra que surge de la desatada maquinación del ente, entonces deviene
transformación de la “política” y manifestante de que “política” y todo
emprendimiento vital planeado mismo ha sido sólo una ejecución, ya no
dueña de sí misma, de indominadas decisiones metafísicas. Tal guerra no
continúa algo ya presente ante la mano, sino la fuerza a la realización
de decisiones esenciales, de las cuales ella misma no es dueña. Por ello
tal guerra no admite ya “vencedor y vencido”; todos devienen esclavos
de la historia del ser, para la cual desde un comienzo fueron hallados
demasiado pequeños y por ello constreñidos a la guerra. La “guerra
total” constriñe a la política, cuanto “más real” ella ya es tanto más
inevitablemente, en la forma de una mera ejecución de exigencias y
apremios del ente abandonado por el ser, que únicamente se asegura
calculadoramente, a través de ajuste y disposición a incondicional
planeabilidad, el predominio de la prepotencia del puro despliegue de
poder. Que tal guerra ya no conoce “vencedor y vencido”, no reposa en
que ambos sean reivindicados con igual fuerza y que de un modo u otro
sufran semejantes daños, sino se fe funda en que ambos adversarios y
cada vez tienen que permanecer al interior de lo esencialmente
indecidido. El signo infalible de ello es que no conocen ni computan
otra cosa que sus “intereses”. La guerra misma no admite que ellos, el
uno o el otro, a estos “intereses” en general y como tales los hagan
advenir cuestionables en su carácter de “meta”. La promoción de guerras
mundiales como táctica consciente del despliegue del comunismo
metafísico como constitución fundamental del ente, ha sido por primera
vez reconocida, impulsada y ejercida por Lenin. Su júbilo por el
desencadenamiento de la guerra mundial en 1914 no conoce límites. Cuando
más modernas devienen tales guerras mundiales, tanto más
desconsideradamente exigen la concentración de todas las fuerzas bélicas
en la tenencia de poder de pocos. Esto significa, sin embargo, que en
general nada más de lo que pertenece al ser de los pueblos podría ser
tomado para ser un elemento de las fuerzas bélicas en la tenencia de
poder de pocos. Eso significa, sin embargo, que en general nada más de
lo que pertenece al ser de los pueblos podría ser tomado para ser un
elemento de la fuerza bélica. Y precisamente esta reconocida, por
primera vez por Lenin, como “total movilización” y también así
mencionada disposición del ente a la ilimitada rigidez del despliegue de
poder en la desmesura, la más de las veces inaparente y pronto natural,
de la evidente inclusión de cada uno, es realizada a través de las
guerras mundiales. Ella lleva el “comunismo” al grado supremo de su
esencia maquinal. Esta “elevación” máxima es el único sitio adecuado
para precipitarse en la nada del abandono del ser, preparada por él
mismo, e introducir el largo fin de su perecer.
Todos los
pueblos de Occidente están incluidos en este proceso, cada uno según su
determinación histórica esencial. Tienen que acelerarlo u
obstaculizarlo. Pueden trabajar en su encubrimiento o en su exposición.
Pueden combatirlo aparentemente o intentar permanecer fuera de su
limitado campo de acción.
______________________________
*Martin Heidegger, La historia del ser, trad. Dina V. Picotti C. p. 243-245
No hay comentarios:
Publicar un comentario