Marx | [Método, Dialéctica] El Capital, Prólogo a la 1° edición
Claro
está que el método de exposición debe distinguirse formalmente del
método de investigación. La investigación ha de tender a asimilarse en
detalle la materia investigada, a analizar sus diversas normas de
desarrollo y a descubrir sus nexos internos. Sólo después de coronada
esta labor, puede el investigador proceder a exponer adecuadamente
el movimiento real. Y si sabe hacerlo y consigue reflejar idealmente en
la exposición la vida de la materia, cabe siempre la posibilidad de que
se tenga la impresión de estar ante una construcción a priori.
Mi
método dialéctico no sólo es fundamentalmente distinto del método de
Hegel, sino que es, en todo y por todo, la antítesis de él. Para Hegel,
el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre
de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y esto la
simple forma externa en que toma cuerpo. Para mí, lo ideal no es, por
el contrario, más que lo material traducido y traspuesto a la cabeza del
hombre.
Hace cerca de treinta años, en una época en que todavía
estaba de moda aquella filosofía, tuve ya ocasión de criticar todo lo
que había de mistificación en la dialéctica hegeliana. Pero,
coincidiendo precisamente con los días en que escribía el primer volumen
de El Capital, esos gruñones, petulantes y mediocres epígonos que hoy
ponen cátedra en la Alemania culta, dieron en arremeter contra Hegel al
modo como el bueno de Moses Mendelssohn arremetía contra Spinoza en
tiempo de Lessing: tratándolo como a "perro muerto". Esto fue lo que me
decidió a declararme abiertamente discípulo de aquel gran pensador, y
hasta llegué a coquetear de vez en cuando, por ejemplo en el capítulo
consagrado a la teoría del valor, con su lenguaje peculiar. El hecho de
que la dialéctica sufra en manos de Hegel una mistificación, no obsta
para que este filósofo fuese el primero que supo exponer de un modo
amplio y consciente sus formas generales de movimiento. Lo que ocurre es
que la dialéctica aparece en él invertida, puesta de cabeza. No hay más
que darle la vuelta, mejor dicho ponerla de pie, y enseguida se
descubre bajo la corteza mística la semilla racional.
La dialéctica
mistificada llegó a ponerse de moda en Alemania, porque parecía
transfigurar lo existente. Reducida a su forma racional, provoca la
cólera y es el azote de la burguesía y de sus portavoces doctrinarios,
porque en la inteligencia y explicación positiva de lo que existe se
abriga a la par la inteligencia de su negación, de su muerte forzosa;
porque, crítica y revolucionaria por esencia, enfoca todas las formas
actuales en pleno movimiento, sin omitir, por tanto, lo que tiene de
perecedero y sin dejarse intimidar por nada. Donde más patente y más
sensible se le revela al burgués práctico el movimiento lleno de
contradicciones de la sociedad capitalista, es en las alternativas del
ciclo periódico recorrido por la industria moderna y en su punto
culminante: el de la crisis general. Esta crisis general está de nuevo
en marcha, aunque no haya pasado todavía de su fase preliminar. La
extensión universal del escenario en que habrá de desarrollarse y la
intensidad de sus efectos, harán que les entre por la cabeza la
dialéctica hasta a esos mimados advenedizos del nuevo Sacro Imperio
prusiano-alemán.
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